Tan solo en tus pupilas
compruebo todavía,
sorprendido,
la belleza del mundo,
y allí, en su centro, Tú,
iluminándolo.
Dentro de nada,
cuando me den permiso
las estúpidas fieras de mi tiempo,
cumpliré unas palabras que nunca me pediste.
Te llevaré a París,
Porque tal vez entonces,
en los Campos Elíseos
o en las aguas del Sena,
con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,
veré de nuevo el brillo
joven de tus ojos,
la luz adolescente
que baja del tranvía.
Hoy te recuerdo así,
como los días sin colegio,
bandera hermosa de un país difícil,
lluvia delgada de los sábados.
Nunca guardaste mucho para tí.
Ni siquera una noche,
una ciudad o un viaje.
Gracias por describir de forma exacta a mi madre, y creo que a todas las madres.
ResponderEliminarGracias por hacernos saltar una lágrima y recordarnos que aunque no estén, seguirán vivas mientras las recordemos.
JOSERO