El
pasado 17 de abril Macondo se quedaba huérfano; moría el gran Gabriel García
Márquez. El autor de grandes obras de la literatura hispanoamericana se ha ido
para siempre, pero nos ha dejado un importante legado cultural que difícilmente
morirá algún día.
En este
caso, Márquez si tiene quien le escriba. La
prensa de todos los países se hizo eco de la noticia de su muerte, y millones
de admiradores se acercaron a darle un último adiós.
García
Márquez es el máximo representante de la narrativa hispanoamericana, pero lo
que muchos olvidan es que no solo fue novelista, sino también un importante
periodista. De sus trabajos periodísticos conservamos excelentes reportajes y
crónicas, aunque no todo fueron trabajos de este tipo, ya que Márquez pasó sus
últimos años de vida dedicándose a la enseñanza de tan noble oficio. De la
narrativa más fantástica e imaginativa al periodismo más pulcro y exacto. De un
extremo a otro, pero con un indudable estilo propio y talento innato.
Su
prosa tenía el don de enamorar desde la primera página: palabra a palabra hacía
volar la imaginación, y letra a letra dejaba aflorar los sentimientos. Con él
teníamos la sensación de teletransportarnos a lugares y épocas remotas; éramos
parte de sus historias, como si de algún modo fuésemos también protagonistas.
Gracias
Márquez por tu perfecta prosa, por tus palabras sinceras y, sin duda, por
invitarnos a entrar en tu mundo y hacernos protagonistas en él. Ahora ya eres
eterno y nos alegramos por ello, pero nunca sentimos tanta soledad. Una soledad que nos durará al menos cien años. Hasta siempre, Gabo.
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